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América Latina y el Caribe es una región que vive un mosaico de crisis. Inestabilidad política, pobreza y un aumento de la inseguridad. A esto se suma el impacto del cambio climático, que también tiene efectos en la salud de la población, cuyos riesgos, según los primeros estudios hechos al respecto, van en aumento. “¿Cómo abordar las vulnerabilidades al cambio climático en una región con significativas desigualdades sociales?”, es una de las preguntas que se hace el reciente informe de The Lancet Countdown Latinoamérica, en el que también se analizan 34 indicadores que dan un panorama de cuál es la relación entre salud y cambio climático en la región.

Las cifras son inquietantes. En 2022, dice el informe, la población estuvo expuesta a temperaturas ambientales, en promedio, 0,38°C más altas que en el periodo de 1986-2005, a pesar de que se estaba viviendo el Fenómeno de la Niña. Con un aumento de 1,9°C, Paraguay fue el país con el registro más extremo, seguido de Argentina (1,2°C) y Uruguay (0,9°C). Entre 2013 y 2022, además, los niños y las personas mayores de 65 años – dos de las poblaciones más vulnerables ante el calor – estuvieron expuestos a un 248% y 271% más de días de olas de color, respectivamente, si se compara con el periodo entre 1986-2005. Otra forma más radical de verlo es que en la región la mortalidad relacionada con el calor ha aumentado 140% si se comparan los periodos entre 2000-2009 y 2013-2022. Los países con mayor aumento son Ecuador (339%), El Salvador (230%), Honduras (204%) y Guatemala (202%). Mientras, los países con el menor aumento son México (67%), Argentina (59%) y Uruguay (27%).

Justo unos días antes, el Servicio de Cambio Climático de Copernicus de la Comisión Europea, y la Organización Meteorológica Mundial (OMM), también habían advertido que la mortalidad relacionada con el calor ha aumentado alrededor de un 30% en los últimos 20 años en Europa.

“No todos vamos a enfrentar el cambio climático igual”, asegura sobre estos datos la doctora peruana Stella Hartinger, directora de The Lancet Countdown Latinoamerica, quien también explica que, aunque el informe a nivel mundial tiene una larga trayectoria, es apenas la segunda vez que se hace uno para la región. De hecho, el año pasado, el informe solo se había concentrado en países de Sudamérica y, en esta, su segunda versión, se sumó a México y a cinco países de Centroamérica: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Panamá. En total analizaron 17 países.

Los indicadores – agrega- fueron construidos por 23 instituciones regionales y agencias de Naciones Unidas, y trabajados por 34 investigadores, quienes, además, crearon dos propios para la región. “Desafortunadamente en este reporte continuamos viendo que los impactos del cambio climático en la salud continúan. Los temas de calor, eventos extremos, seguridad alimentaria y vulnerabilidad climática siguen en aumento”, asegura.

Dengue e incendios

El cambio climático está aumentando las enfermedades transmitidas por mosquitos, garrapatas y otros insectos. Y América Latina no es la excepción. En la región, el potencial de contagio del dengue, transmitido por el mosquito Aedes aegypti, ha aumentado un 54% desde el periodo 1951-1960 al periodo 2013-2022. Los mayores incrementos se registraron en Bolivia (145%), Perú (95%), Brasil (94,5%), Guatemala (70,4%), Colombia (65,8%), Ecuador (59,5%) y Paraguay (59,3%). Lo que, según el informe, coincide con la multiplicación del número total de casos de dengue en los últimos años.

Mientras esto sucede – y como se pudo escenificar en los primeros meses de este año– el número de días en los que la población estuvo expuesta a un peligro de incendio muy alto o extremadamente alto aumentó en 11 de los 17 países entre 2001-2010 y 2013-2022. Lo bueno, sin embargo, es que la exposición a los incendios forestales disminuyó en todos los países, menos en Venezuela.

Una salud poco preparada

La salud de América Latina no está preparada para lo que viene. Como bien lo dice el informe, se trata de un “sistema que ya está sobrepasado con los actuales retos sociales y medioambientales y que difícilmente está equipado para la carga adicional que suponen los impactos en salud asociados al cambio climático”.

Por ejemplo, hasta 2021, el único país que había completado y comunicado una encuesta global sobre vulnerabilidad y adaptación que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS), era Brasil. E, igualmente, Brasil, Chile y Uruguay son los únicos tres países que tienen Planes Nacionales de Adaptación de Salud.

La financiación para proyectos de adaptación al cambio climático en América Latina también parece ir para atrás. En 2022, el Fondo Verde para el Clima solo aprobó 486 millones de dólares con este fin, lo que implica un 16% menos que en 2021. “De forma alarmante, ninguno de los fondos aprobados en 2022 se destinó a proyectos de cambio climático y salud, lo que pone de manifiesto una brecha crítica a la hora de abordar los riesgos climáticos relacionados con la salud”, añade el informe.

Sobre los espacios verdes urbanos, una medida que parece sencilla para compensar los efectos que el cambio climático tiene en la salud, incluso en la salud mental, las cifras tampoco son esperanzadoras. El informe alerta que ninguno de los 109 centros urbanos examinados en América Latina tiene niveles de espacios verdes que se puedan clasificar como altos y superiores, y solo 12 centros (el 11%), tienen niveles moderados, cinco de ellos ubicados en Venezuela. Colombia, Nicaragua y Venezuela fueron los únicos países en los que espacios verdes en las ciudades aumentaron ligeramente desde 2015.

Cabecera Presidencia 2024
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Una energía que mata

Aunque en la región las fuentes de energía renovable han ido creciendo – aumentaron un 5,7% en promedio entre 1991-2000 y 2011-2020-, también lo ha hecho la generación de electricidad a partir del carbón, con un aumento de 2,6% para el mismo periodo. Mientras en Sudamérica un 23% de la población aún no puede acceder a combustibles limpios para cocinar, en Centroamérica la cifra sube a 46%. En toda la región, además, el transporte por carretera se sigue alimentando en un 96% de combustibles fósiles.

Esto se traduce en muertes. La mortalidad prematura atribuible al material particulado 2,5 (PM2,5), ha aumentado un 3,9% entre 2005 y 2020 en toda América Latina, lo que equivale a 123,5 muertes prematuras por millón de personas. Los países más afectados en 2020 fueron Chile, Perú, Brasil, Colombia, México y Paraguay.

Una crisis que cuesta

El cambio climático no solo está afectando la salud de Latinoamérica, sino que está generando huecos en sus bolsillos. En 2022, las pérdidas económicas debidas a fenómenos extremos relacionados con el clima en Latinoamérica fueron de 15.600 millones de dólares, lo que representa entre al 0,28% del Producto Bruto Interno (PIB) de Latinoamérica. Y, el problema es que, a diferencia de lo que sucede en otras regiones, se trató de perdidas que no cuentan con seguros, lo que implican volver a empezar de cero y sin ayudas.

La mortalidad relacionada con el calor en personas mayores de 65 años le costó a la región el equivalente a lo que ganan 451.000 personas por año y las muertes prematuras por contaminación del aire se traducen en perdidas similares al 0,61% PIB de la región. Finalmente, lo que cuesta que las personas no puedan trabajar por exceso de calor equivale al 1,34% del PBI regional, afectando más a los sectores de agricultura y la construcción.

“Lo importante es ver cómo van las tendencias de los indicadores, y en la mayoría de los casos esas tendencias se tornan negativas”, concluye Oscar Melo, de la Pontificia Universidad Católica de Chile y coautor del informe, frente a la pregunta de cuál es el indicador que más habría empeorado. Lo cierto, aseguran los expertos, es que Latinoamérica necesita tres cosas: políticas que hagan a la región más fuerte ante el cambio climático, una transición que se centre en los beneficios para la salud y aumentar la financiación climática.

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El Pais

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